miércoles, 22 de abril de 2009

EL ESCARABAJO

"Parado en el banco de la cocina, resaltando sobre el blanco con sus colores vivos, el escarabjo avanzaba lentamente, casi tan lento como diminuto era. El inmenso ojo que, hasta ese momento, ignoraba su presencia y se dedicaba a sus tareas automáticas pensadas y preparadas de antemano, se detuvo al instante y lo contempló con calma.

De repente, el inmenso mundo por el cual se veía cada día más absorbido se redujo al tamaño del caparazón del minúsculo insecto. Toda la complejidad que rodeaba cada una de sus miradas, todo el aire que respiraba, los sonidos que le envolvían y evocaban todos y cada uno de sus pensamientos, todo ese entramado de realidad, se concentró en un bichito que caminaba por el banco de su cocina.

Como si viniera de otro mundo, una idea se instaló en su mente y pareció aclarar por sí sóla toda esa incertidumbre en que se sumía desde hacía mucho tiempo. La vida que le abrumaba existía paralela en ese ser que invadía su cocina y se perdía por el mármol blanquecino. Caminaba despacio explorando, quizá buscando algo, pero inexorable y sin detenerse. El momento que compartía por azar con ese insecto carecía de sentido para él, como persona, pero no para el animal. Pero, si eso era así, si los dos compartían ese instante, cada uno con su vida, no podía ser que esa existencia careciera de significado como hasta entonces pensaba.

Ese pequeño bicho vivía con su único secreto: no dudaba que tenía que vivir. En un instante único e irrepetible, fue consciente de que había encontrado el sentido de su vida en los colores del caparazón del escarabajo."

domingo, 5 de abril de 2009

LA CÁRCEL DE CRISTAL

"Yo no soy capaz de romper los muros de cristal de esta cárcel solo; no me siento con las fuerzas necesarias. Si tuviera mínimamente clara la idea de mi propia identidad, los gritos que salen de mi garganta a todas horas y que nadie más oye reventarían en miríadas de pedacitos relucientes esta prisión inestable y secreta. Pero ese resplandor sigue de una sola pieza y no soy yo quien lo tiene que deshacer.

Ahora, con la ayuda de esa otra carcelera consentida que cada noche me acompaña, me embelesa y me sume en un trance hipnótico que me nubla la visión, que me revuelve el estómago y me induce una inseguridad atroz a levantarme, con su única ayuda la existencia de este tormento ha de cesar.

La visión del futuro se me hace cada vez más lejana y ya no puedo pensar en el día que vendrá, sino solamente en el momento que contemplo y que me atrapa. Todo, tergiversado por alguien —por algo— que no soy yo, me parece más claro, más atractivo y, al mismo tiempo, más irreal. ¿Soy yo el que ignora estos muros y cree en su desaparición? ¿Es ella quien me obliga a ello y me convence de esa posibilidad?

Mientras lo averiguo, me acurrucaré todas las noches en mi rincón preferido de esta celda transparente intentando escuchar el mundo exterior en su inevitable desarrollo, concentándome en la posibilidad de que algo pase, algo que me saque de esta rutina infernal de no saber ni quién, ni cuándo, ni cómo.

Hasta entonces, no existo."