jueves, 27 de noviembre de 2014

DE AQUÉL BARRO...

"Hace más tiempo del que muchos podemos recordar, un manto negro de oscuridad y tormenta velaba sobre nuestras cabezas. Negros nubarrones descargaron con fiereza sus mortales truenos, haciendo restallar los tímpanos de media tierra, provocando una lluvia incesante y pesada, plomiza e hiriente desde lo más hondo. El suelo del campo, el pobre, se anegó de impotencia y resignación, abonado por todos aquellos que quisieron defender, cuanto menos, su propia existencia. Las malas hierbas comenzaron a crecer alimentadas por la tormenta y, al cabo de pocos años, sus negras raíces se escamparon y agarrotaron todo cuanto estuvo a su alcance. Así, la tierra empezaba a morir.

Pasó el tiempo y las raíces se infiltraron en todos los rincones, y de una manera tan ansiosa, tan ida, tan desmesurada, letal y violenta que los ojos de aquellos que sobrevivieron a la tormenta, se secaron por fin. Hojas negras, flores negras y lustrosas, engordadas con desolación, fueron las que poblaron entonces lo que alcanzaba la vista. Brillantes y oscuras, chupaban de aquél campo de moribundos sin labrar. Las malas hierbas habían conseguido dominarlo todo a su antojo, privando del sentido mismo de la vida a cuanto parasitaron. Y así, la tierra murió.

Los campos resecos se cubrían de los cadáveres inocentes de aquellos que sirvieron de sustento a la oscuridad, que la alimentaron con su sangre: muertos, inútiles y sin nada más que ofrecer. La muerte sólo había traído muerte; y no únicamente del contrario, sino que acabaría provocando la propia si el parásito terminaba definitivamente con su presa. Además, por las mismas razones y gracias a la aridez que reinó durante más de treinta años de sequía, el campo empezaba a defenderse con palos y piedras, a voz en cuello contra tanta soga ahogando su gargantas. Y a quien ya está muerto, no se le puede matar. Era hora de un cambio que asegurase la mínima supervivencia, una hibernación oculta que permitiese a la simiente de la mala hierba germinar de nuevo en el futuro, en un campo en que pudiesen volver a chupar de nuevos brotes verdes y fuertes, hasta hacerlos secar. Se hacía indispensable una transición de la fiereza descontrolada de medio siglo de infestación, y eso pasaba por dormir.

De esta forma, la oscuridad se secó y dejó que la vida regresase nuevamente a su lugar, libre. Los campos se cultivaron una vez más, y el dulzor de los frutos de esa época fue tal, que consiguió que consiguió adormecer el recuerdo de esas raíces negras que, si bien tallo y hojas habían muerto y desparecido tiempo atrás, continuaban enterradas, latentes y a la espera del momento de brotar otra vez. Con la confianza del olvido, con la tranquilidad de solamente tener en cuenta el presente, ese momento del resurgir llegó pronto. Volvieron las hojas negras que tapan el sol, de tan altas como son ahora. Regresaron los espinos y los pies descalzos, la squía de la tierra y la desesperación de la sed. Acabamos de nuevo bajo el yugo de un campo yermo que debemos arar sin sentido, sin decencia, tan solo para que las raíces negras de aquellos barros de la negra tormenta nos dejen hundidos ahoar en estos lodos a izquierda y derecha en esta farsa, en esta herencia endulzada y muerta de aquellos nubarrones negros contra un campo, ahora erial.




Si una vez se alzaron palos y piedras para defenderse de una noche opresiva que arruinó la tierra con descaro, ahora el tiempo ha cambiado, pero laas razones son las mismas. El suelo sigue regido y controlado por aquella oscuridad cruel que estrangula cada ápice de vida. Ahora, que las ramas podridas cubren el cielo, es ya momento de cortarlas una a una y que caigan, que igual que tantos años atrás hicieron los antepasados de esta tierra, tendremos que ser ahora nosotros quienes las podemos."  

jueves, 16 de octubre de 2014

EN RESUMEN

"Ya no puedo escribir. Te has convertido en música y te me escapas. No puedo seguir estirando las manos para intentar agarrarte con la tinta del bolígrafo; te vas. Te esfumas convertida en viento, te escapas en sonidos esquivos que escapan del más adentro.

Te vas, y no lo remedio. Desapareces convertida en el humo del recuerdo, de uno amargo y oscuro que se ha convertido en la memoria de lo eterno. Te vas, y me quedo aquí en la sombra de este árbol tan inmenso en que se convirtió la soledad.

Y el mundo, ese tan lleno de vida, de colores, de luces brillantes y de intentos... quedará aparte en un rincón guardado, mantenido sin más remedio. La noche se hace oscura y, después de todo, lo agradezco; el frescor del no saber, del esperar, del qué me importa y el qué merezco... Todo más allá, aquí perdido en un mundo sin salida ni entrada, en un pequeño espacio de un corazón guardado bien adentro.

Y te vas, es cierto. Y te vas sin remedio. Y te vas, y te escapas, y huyes y enloquezco.

La calma siempre vuelve, sin embargo, al lugar del que no hay regreso. Llega, se instala, inunda, afecta, contagia, desgarra, indaga y al final, ahoga: todo queda a su merced, muerto. Cada instante, cada sentimiento, queda seco e inerte a la espera de un nuevo despertar, de que surja otro momento. La calma, el instante en que todo se torna negro y el aire, aceite de tacto espeso, impregna cada brizna de pensamiento.

Te quiero. Te quiero y no te conozco. Te quiero y no puedo saber ni adonde ir ni de dónde vengo. Cada puerta, cerrada a cal y canto por voluntad propia o por deseo de algo ajeno, cada ventana desde la que no te veo. Y no existes, y no eres más que deseo; pero uno tan firme y tan disidente del dolor interno, que ni ventanas, ni paredes, ni muros de cemento podrán detener la mirada que alberga un amasijo de sentimientos que te buscan. Te quiero.

Pero el tiempo pasa y aparecen las canas del saber y del no querer volver a pasar de nuevo por caminos conocidos, por esos pateados senderos de espinos y de gloria pasajera, de dicha ruinosa y apestar a insatisfacción, de calles anchas y negras que nadie camina, sólo yo. Pasan los años y aquí la oscuridad crece como crece la seguridad de un futuro controlado, querido y cuidado al más mínimo detalle. Pasa el tiempo y se vienen los recuerdos de lo que no fue, de lo que no ha sido, de lo que no es ni será en ningún momento. Hora a hora, pasa el tiempo, y aquí queda todo mi interior al sol, expuesto en un derroche de las fuerzas que no tengo. 

Pero te vas, y eres viento. Te vas, movida por el aire, a pesar de que te quiero."

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lunes, 13 de octubre de 2014

EL CUADRO

(Sugerencia para escuchar mientras: Fragile, de God is an Astronaut)

"Cuando el cuadro empezó a dibujarse, una caricia discreta e invisible dio rienda suelta a los colores. Un hilo dorado se extendió en el fondo oscuro de un corazón deshidratado y, poco a poco, su luz iluminó una oscuridad densa e insondable, enterrada durante años. Con un ritmo lento y cadencioso, el hilo se enredó en una maraña de luz que circundó, al cabo de unos segundos, el intenso brillo miel de los dos soles que amanecían detrás. Como un óleo correoso, la luz comenzó a entremezclarse y brilló sin comparación, enmarcando el rostro de lo inesperado, de una noche de oscuridad deshecha, alejada de la norma. El cuadro, entre brillo y destello, quedaba lentamente dibujado; las horas corrían al ritmo palpitante de la pintura. Era precioso.

Los soles se abrieron en una sonrisa deslumbrante y la sombra, espectador del azar del destino, sonrió también al verlos como respuesta. Su imaginación nunca habría podido crear un momento mejor. Lágrima a lágrima, la alegría de la sombra se mezcló con la pintura luminosa y el cuadro, de dimensiones que traspasaban el entendimiento, si bien no el corazón, se hizo parte de ella.

Tantas noches pasaron en frío contacto de piel no correspondida, de ideas diferentes, que aquél amanecer de color miel calentó cada centímetro de la sombra. Tanto tiempo sin salir de una cárcel de cristal convertida en hogar, y una noche, de improviso, amanece en el lugar más inesperado, en el momento más extraño. Tanto tiempo y tantas noches, y ahora aquí al lado... amanece.

Sin embargo, la luz de soles inesperados es tan cálida como fugaz. Al final, y a pesar del brillo contenido con la dificultad de un sentimiento nuevo, los soles se ponen sin dejar de brillar. Su luz, amortiguada por un pasado reciente, tamizada por un algo indeciso, se oculta mas no se extingue, pues nunca se sabe qué resurgirá. Los soles se ponen en un mar de dudas, en una calma escandalosa que se agita con el soplido más leve del corazón de la sombra. Ese mar, tan plagado de tiburones hambrientos de equivocación, tan cubierto del aceite de la duda, ahoga el brillo auténtico de los soles de miel, que, más que ponerse, caen en un horizonte de confusión. Mares de dudas infinitas y no saber qué sentir se enfrentan a otros de ideas y a un sentimiento no entendido, demasiado reciente, e imposible de seguir. Aún así, las noches nunca duran para siempre; la oscuridad es devorada en el resurgir de una luz hambrienta que destella en el horizonte; no en el que traga la luz de lo auténtico, sino aquél en que despierta. 

Así, algún día los soles que dibujaron con su luz un cuadro precioso, volverán a amanecer. Lloverán ríos de pintura que cubrirá un lienzo nuevo y vacío. Llegará el día en que esos dos soles no tengan que volverse a poner, en que iluminarán el paisaje más perfecto que se pueda dibujar. Llegará, y miles de hilos dorados se rizarán entorno a una sonrisa involuntaria y descarada, reveladora. Llegarán los días y vendrán los besos, y las caricias, y el tan de cerca al mirar...

Llegará y se pintará de la nada un cuadro distinto, precioso, impredecible, auténtico... sea quien sea quien lo vaya a contemplar."

lunes, 22 de septiembre de 2014

MELODÍA NOCTURNA

(Es interesante leer este texto mientras se escucha Death Rays o Letters to the Metro)

"Sin saber lo que hacía, la sombra solitaria de la barra se convirtió en música. En un suspiro que se alargó vidas enteras, la forma, su silueta se evaporó en un mar de sonidos y flotó sobre la barra de aquél bar. En una vuelta, perdido en la sorpresa de su repentina falta de oscuridad, en esa transparencia inesperada, la ex-sombra escuchó una melodía distinta a la suya (pues ella, en su nuevo estado sonoro, no era más que una sucesión de notas interminable), y allí se acercó.

Un compás tras otro, la distancia se redujo y el destino del corto viaje, ni saliendo siquiera del bar, quedó a unos comprases de la melodía de la sombra. El problema, al parecer, era que allí donde había llegado no había sonido alguno; de repente aquella melodía atrayente no estaba y sólo quedaba delante una cara de la belleza más pura y radiante. Pero la sombra no entendía de imágenes, movido su mundo por sonidos. Desesperada, la melodía aumentó el compás en un frenesí de nervios crispados y ganas de conocer. Enardecido, aumentó el número de notas, las pulsaciones, y se negó a desistir de aquel rostro que le llamaba. Pero hubo otra melodía, aquella distinta que en un principio lo había arrastrado hasta ese lugar. ¿Dónde estaba? ¿Por qué ese silencio sin motivo? ¿Cuál era el objeto de su cambio de naturaleza, del abandono de las sombras acostumbradas si de repente desaparecía el inicio del deseo?

Los acordes de su nueva forma se tornaron duros, resonantes, menores, potentes, suspendidos, cadenciosos en una melodía intensa, distorsionada, pero llena de decisión y claridad de pensamiento. Aprovechó la nueva melodía para armarse de sentido y no cejó, giro tras giro entorno al rostro encontrado, nota a nota y un silencio tras otro, hasta que la nueva melodía que apareciese un momento antes sonó de nuevo en sus oídos. Al abrirse los labios del rostro luminoso, brotaron de nuevo las líneas y la melodía de unas frases increíbles. Allí, aquél que fuera una sombra se mezcló en la melodía de esos labios, en la suavidad de sus sonidos, en la ausencia de todo en la nada en que esa voz reinaba. Acompasadas las melodías de los dos, la antigua sombra conoció de los colores de una sintonía distinta en la que encajaba a la perfección. Y ahí, en medio de la sinfonía de un nuevo mundo en que se abrió una realidad alternativa, desconocida, todo se desvaneció.

La sombra abrió los ojos, sentado de nuevo en la barra del bar. La música seguía sonando ensordecedora, de alguna forma adecuada a la penumbra y a las luces de colores. Al fondo de la sala, entre la marea de miradas e intenciones, aquella cuyo rostro resonaría para siempre en la mirada de la sombra como una melodía incompleta, como una en la que faltaban los sonidos en que él mismo podría convertirse algún día."

sábado, 20 de septiembre de 2014

CONDICIONAL

"Ahora iría hasta la mesa donde estás y te besaría. Sería desde la espalda, encontrando un hueco furtivo que se abriese en tu pelo hasta tu mejilla. Evitaría la tentación del cuello, porque quizás las cosas más bonitas se hacen siempre esperar. Además, tendría que calcular cada gesto con cierta gracia de la que no acostumbro para esquivar con acierto ese cigarro que sostienes en alto. Caería la colilla, apartarías el brazo, y quedaría a la vista al fin el objeto de mi movimiento. Y allí, en un pómulo rosado que invitase a la imaginación más desbocada...

Te besaria, es cierto. Haría todo el recorrido interno, el viaje más oscuro y difícil, únicamente para llegar a la cara de esa espalda que me llama a gritos. Haría lo imposible y aún más, si eso fuese lo necesario para conseguir lo que siempre he sentido de forma inevitable. Si de llegar se tratase, llegaría hasta el fondo más escondido de tu propio corazón. Llegaría por la espalda hasta esa silla menos solitaria desde que estas tú, y el arrebato de la fijación en tu mejilla no abandonaría mi mente al pensar que...

Me acercaría. Me acercaría... Me acercaría si acercarme fuese lo necesario, lo suficiente, lo adecuado, lo que importa más que nada y, más que otra cosa que quedase más lejos de un beso inesperado, una caricia donde no llego yo."

sábado, 16 de agosto de 2014

AL CAER LA NOCHE

"Aquí la noche se hace pronto. Crece la oscuridad, viscosa, a dos metros de mi. Lejos, en cierto modo, pero presente, amenazante, atenta para abalanzarse al mínimo movimiento, ojos perdidos en locura y dientes afilados con recuerdos rotos. La negrura crece y toma cuerpo, un cuerpo informe y en despropósito que atenta contra lo racional.

El tiempo y el aire se detienen. La masa azabache, sin brillo alguno, sombra en su totalidad, repta y emite gemidos que parecieran carcajadas en una mente siniestra y hambrienta de cordura, ansiosa por masticar ese momento. El eco retumba en los oídos del mundo y el suelo tiembla. Todo tiembla, hasta el más hondo interior.

 La bestia, retorcida al punto de llegar a la rotura, inclina el alma y se apodera de todo: vista, oído, piel, corazón... Se ha infiltrado en cada poro como un germen que pasa desapercibido, minando el ser desde lo más profundo. Se abalanza el alma encima de un alma solitaria que una vez sintió una conexión, y absorbe todo lo posible hasta dejar un fruto seco, yermo, vacío e inútil. 

 Las bestias devoran, destrozan y arrasan a su paso con cada parpadeo; nublan los sonidos e inundan los desiertos, anegan ilusiones y destrozan montañas y, de entre todo ello quedan finalmente unas ruinas descuidadas. Las bestias arremeten, hieren y desangran, pero en esa corriente roja de pasado anquilosado fluye la negrura del pensamiento. En esas heridas profundas hasta el alma que vacían todo el mundo desde dentro, se surcan los huecos de un futuro imperfecto, amorfo y desordenado, pero brillante. Brillante hasta cicatrizar el corte más profundo; y cálido, cálido hasta rellenar los huecos más yermos y vacíos, hasta conseguir que se inunde todo del calor más luminoso y sincero."

lunes, 30 de junio de 2014

LUCES

Creo que desde las fotos de la tinta de hace unos meses, no había vuelto a coger la cámara. Pero habrá quien me haya visto recientemente haciendo fotos a farolas de noche por la calle. No sería la primera vez que me preguntan algo así como: "¿Qué frikada estás haciendo?" al verme tirado en el suelo o, como un par de noches esta semana pasada, mirando farolas.

Pues bien, esto es parte de esas frikadas:





martes, 13 de mayo de 2014

EL MAPA

"El ambiente de la noche, las luces, los reflejos, la música de fondo que pone banda sonora a una vida; las sombras en caras tan aprendidas, tan descubiertas en falta de interés; los segundos que repiten historias de antes de que salga el sol, los suspiros por una lejanía inquebrantable en medio de la multitud, la mañana de silencio donde debería haber vidas comunes, ahogada la ausencia de sonidos en tragos interminables de una copa que siempre se vuelve a rellenar... La noche, tan oscura y tan perdida como siempre, tan ajena a pesar de las visitas, obliga a sacar el mapa de un mundo extraño, esa guía de una vida en construcción, de cimientos inquietos, esa que ha de encarrilar los ojos callados de una imaginación preciosa que supera lo real.

Sentado en el vacío de la barra, en lo oscuro del borde de una jarra de cerveza, la confusión total se instala alrededor y los movimientos se antojan borrosos, indecisos y faltos de dirección. El cuerpo ni se inmuta y se zambulle otra vez jarra adentro. Con dificultad, aunque sin poder evitarlo, el mapa de una vida desconocida se ilumina. Líneas de luz del pasado encienden la habitación y todo desaparece: ni sonidos, ni colores, ni nadie alrededor. Al fin y al cabo, este es el mapa de uno y de nadie más. Una mirada ciega a lo real se abre y escruta el resplandor desde su nacimiento, como hilos de luz que confusos se enredan en una maraña fina, suave, indistinguible, de decisiones olvidadas. El hilo del no saber se enlaza al de lo deseado y así nace un tercero, más fuerte y resistente, inevitablemente más longevo: el de la desesperación. Y todo eso en un vistazo, pues las luces alcanzan toda la existencia, repasan nombres preciosos y resaltan momentos indispensables; bañan con su resplandor los recuerdos imborrables, los guardados a fuego en un mar de ideas vagabundas.

La vista no escapa a esta luz y la vida se contrae, aguanta la respiración y abre los ojos de par en par. El corazón se lanza a un vacío insondable y las manos revientan en actividad frenética y sin objetivo, sin control. La luz en ese punto... Aunque en el pasado, una luz brillante quema la memoria y la impregna de un color dorado. Sí, años atrás... y, ¡tantas veces! El tiempo no había dado aviso de aquel punto insistente, no existió advertencia que alejase a la consciencia de aquel lugar, de aquel momento, de aquel nombre. Unos ojos inmaduros e incautos dilataron sus pupilas hace una eternidad, antes que nadie y, ahora que no han podido cerrarse, ven el mapa impreso de una vida entera en la que, por muchos nodos, por cuantos altos tuviese en el camino, aún hoy ilumina un recuerdo con la luz de la certeza de que así será toda la vida.

Sin embargo, se acerca el verano y, con él, el momento de olvidar. Con tristeza, sin remedio, se habrán de borrar muchas de las líneas de luz que se extienden hoy en día por el mapa, y así nacerá un camino nuevo. Quedará la soledad de la belleza de un momento; quedará la sensación de haber tenido un nombre como un precioso recuerdo."

sábado, 18 de enero de 2014

REVOLVER

"Suenan los Beatles con Elanor Rigby y quizá no sea casualidad; puede que verte los ojos esta noche haya desatado una ráfaga de realidad inexistente, de posibilidades inertes. Así, como la joven Eleanor, veo la gente pasar y no entiendo ni qué hacen, ni qué quieren, ni a dónde van. Lo único que trasluce es la soledad de todos aquellos que deciden moverse hacia otro. Y así, encadenando canciones, el sonido dulce de la música me dice que solamente duermo. 

Entre sueño y sueño: esa realidad que nunca se concreta, que queda lejos y a la que miro desde la ventana. Quizá fuese mejor desde el tejado, donde puedo hacer una hoguera y sentir como un escritor japonés, fumándose la imaginación dentro de una canción de los Beatles.  Quizá sólo el olor del suicidio al fuego de todo un interior que únicamente asoma ante una persona... quizá solamente en Tokio, quizá nada más que un blues.

Y, de ahí, la suavidad de unas notas que me mueven de aquí para allá, pensando en la ilusión de alguien de frente, hablando, de la necesidad de nadie más a quien dirigir la mirada, sin esperar que otra cosa suceda. Pero ese dulzor se va y lo que nunca muere, madura, cambia y se mezcla en un olvido fabricado, tanto como los mundos que imagino para estar lejos, para no sentir como Eleanor, lejana, hundida, de ojos fijos en una fantasía de vida plena y banda sonora de película con final feliz.

Y ella dijo: "no entiendes lo que digo"; pero lo que ella no pudo comprender es lo que no llegué a decir, lo que sí  dije y todo lo que no diré por no repetirme, por sentir que la vida, el mundo, tiene que dar irremediablemente la vuelta.

Y dijo: "escríbeme más a menudo"; y allá que va la sangre y revienta las venas del entendimiento, del aguante y de la aceptación. Vaya, parece que aún así sale el Sol y hay que saludar. Pero esas notas no me suenan, se pelean y se ahogan en silencios de redonda y mueren en mi oído, en la memoria.

Así, poco a poco, palabra tras palabra, ya no sé si rimo por ti o por tu ausencia, o por nada en absoluto de lo que pueda ser consciente. Pero los Beatles siguen de fondo: "and you can't see me". Aunque, igualmente, seguiré, sea ya solamente por continuar la canción de piezas rotas y ganas de avanzar. "And your bird can sing", como si fuese el resumen atropellado de mi vida.

Acaban los minutos, empieza el día y me doy cuenta de que sólo yo me espero mañana. Llorará por nadie, pero la querrá y la creerá necesitar hasta morir —si bien en sus ojos no aparezca atisbo de interés—, a pesar de los años. El Sol saldrá, la mente al acecho, pero no verá el rastro de la luz tras tanta agua, aunque aquello fuese únicamente la sospecha del tiempo pasado.

Así, solo, se emprende el viaje en que la claridad abandona un cuerpo de mujer, que seguro olvidará, que no será el final feliz de una letra del grupo inglés. Y, así, aunque vista de repente, aunque cada día de vida grite su nombre, el cuerpo de mujer se alejará en un fundido al silencio, a ese silencio oscuro, indefinido y taimado que acompasa el final de la canción que, por aprendida, marca tanto el principio como el término de la vida. 

Y, así, envuelta el alma en su protección de goma, entra el sonido y no sale nada, concentrados los ojos en cerrarse y olvidar lo escuchado, lo aprendido. Olvidaré que en mi cabeza hay una terraza en la que nunca quemamos canciones, en la que nunca, ni al amparo solitario de los Beatles, nos besamos."