jueves, 16 de octubre de 2014

EN RESUMEN

"Ya no puedo escribir. Te has convertido en música y te me escapas. No puedo seguir estirando las manos para intentar agarrarte con la tinta del bolígrafo; te vas. Te esfumas convertida en viento, te escapas en sonidos esquivos que escapan del más adentro.

Te vas, y no lo remedio. Desapareces convertida en el humo del recuerdo, de uno amargo y oscuro que se ha convertido en la memoria de lo eterno. Te vas, y me quedo aquí en la sombra de este árbol tan inmenso en que se convirtió la soledad.

Y el mundo, ese tan lleno de vida, de colores, de luces brillantes y de intentos... quedará aparte en un rincón guardado, mantenido sin más remedio. La noche se hace oscura y, después de todo, lo agradezco; el frescor del no saber, del esperar, del qué me importa y el qué merezco... Todo más allá, aquí perdido en un mundo sin salida ni entrada, en un pequeño espacio de un corazón guardado bien adentro.

Y te vas, es cierto. Y te vas sin remedio. Y te vas, y te escapas, y huyes y enloquezco.

La calma siempre vuelve, sin embargo, al lugar del que no hay regreso. Llega, se instala, inunda, afecta, contagia, desgarra, indaga y al final, ahoga: todo queda a su merced, muerto. Cada instante, cada sentimiento, queda seco e inerte a la espera de un nuevo despertar, de que surja otro momento. La calma, el instante en que todo se torna negro y el aire, aceite de tacto espeso, impregna cada brizna de pensamiento.

Te quiero. Te quiero y no te conozco. Te quiero y no puedo saber ni adonde ir ni de dónde vengo. Cada puerta, cerrada a cal y canto por voluntad propia o por deseo de algo ajeno, cada ventana desde la que no te veo. Y no existes, y no eres más que deseo; pero uno tan firme y tan disidente del dolor interno, que ni ventanas, ni paredes, ni muros de cemento podrán detener la mirada que alberga un amasijo de sentimientos que te buscan. Te quiero.

Pero el tiempo pasa y aparecen las canas del saber y del no querer volver a pasar de nuevo por caminos conocidos, por esos pateados senderos de espinos y de gloria pasajera, de dicha ruinosa y apestar a insatisfacción, de calles anchas y negras que nadie camina, sólo yo. Pasan los años y aquí la oscuridad crece como crece la seguridad de un futuro controlado, querido y cuidado al más mínimo detalle. Pasa el tiempo y se vienen los recuerdos de lo que no fue, de lo que no ha sido, de lo que no es ni será en ningún momento. Hora a hora, pasa el tiempo, y aquí queda todo mi interior al sol, expuesto en un derroche de las fuerzas que no tengo. 

Pero te vas, y eres viento. Te vas, movida por el aire, a pesar de que te quiero."

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lunes, 13 de octubre de 2014

EL CUADRO

(Sugerencia para escuchar mientras: Fragile, de God is an Astronaut)

"Cuando el cuadro empezó a dibujarse, una caricia discreta e invisible dio rienda suelta a los colores. Un hilo dorado se extendió en el fondo oscuro de un corazón deshidratado y, poco a poco, su luz iluminó una oscuridad densa e insondable, enterrada durante años. Con un ritmo lento y cadencioso, el hilo se enredó en una maraña de luz que circundó, al cabo de unos segundos, el intenso brillo miel de los dos soles que amanecían detrás. Como un óleo correoso, la luz comenzó a entremezclarse y brilló sin comparación, enmarcando el rostro de lo inesperado, de una noche de oscuridad deshecha, alejada de la norma. El cuadro, entre brillo y destello, quedaba lentamente dibujado; las horas corrían al ritmo palpitante de la pintura. Era precioso.

Los soles se abrieron en una sonrisa deslumbrante y la sombra, espectador del azar del destino, sonrió también al verlos como respuesta. Su imaginación nunca habría podido crear un momento mejor. Lágrima a lágrima, la alegría de la sombra se mezcló con la pintura luminosa y el cuadro, de dimensiones que traspasaban el entendimiento, si bien no el corazón, se hizo parte de ella.

Tantas noches pasaron en frío contacto de piel no correspondida, de ideas diferentes, que aquél amanecer de color miel calentó cada centímetro de la sombra. Tanto tiempo sin salir de una cárcel de cristal convertida en hogar, y una noche, de improviso, amanece en el lugar más inesperado, en el momento más extraño. Tanto tiempo y tantas noches, y ahora aquí al lado... amanece.

Sin embargo, la luz de soles inesperados es tan cálida como fugaz. Al final, y a pesar del brillo contenido con la dificultad de un sentimiento nuevo, los soles se ponen sin dejar de brillar. Su luz, amortiguada por un pasado reciente, tamizada por un algo indeciso, se oculta mas no se extingue, pues nunca se sabe qué resurgirá. Los soles se ponen en un mar de dudas, en una calma escandalosa que se agita con el soplido más leve del corazón de la sombra. Ese mar, tan plagado de tiburones hambrientos de equivocación, tan cubierto del aceite de la duda, ahoga el brillo auténtico de los soles de miel, que, más que ponerse, caen en un horizonte de confusión. Mares de dudas infinitas y no saber qué sentir se enfrentan a otros de ideas y a un sentimiento no entendido, demasiado reciente, e imposible de seguir. Aún así, las noches nunca duran para siempre; la oscuridad es devorada en el resurgir de una luz hambrienta que destella en el horizonte; no en el que traga la luz de lo auténtico, sino aquél en que despierta. 

Así, algún día los soles que dibujaron con su luz un cuadro precioso, volverán a amanecer. Lloverán ríos de pintura que cubrirá un lienzo nuevo y vacío. Llegará el día en que esos dos soles no tengan que volverse a poner, en que iluminarán el paisaje más perfecto que se pueda dibujar. Llegará, y miles de hilos dorados se rizarán entorno a una sonrisa involuntaria y descarada, reveladora. Llegarán los días y vendrán los besos, y las caricias, y el tan de cerca al mirar...

Llegará y se pintará de la nada un cuadro distinto, precioso, impredecible, auténtico... sea quien sea quien lo vaya a contemplar."